La antijuridicidad

 Imagina que una persona se percata de que un par de ladrones están asaltando a su pareja a tan sólo unos metros antes de llegar al lugar donde se habían citado. Él trae consigo una pistola, de la cual posee el permiso para utilizarla y dispara a ambos ladrones. Hasta este momento se trata de un caso de legítima defensa de un tercero, ya que lo hizo para proteger a su pareja y sus bienes; sin embargo, resulta que después de herir y detener a los asaltantes, cegado por la ira, dicha persona remata a ambos con dos tiros adicionales.

La legítima defensa tiene límites, o mejor dicho, se encuentra sometida a determinadas restricciones. Por ejemplo, cuando el personaje decidió rematar a los asaltantes utilizó más recursos (tiros) de los necesarios para detener el delito, pues los delincuentes ya no representaban un peligro.

Es así como la antijuridicidad determina bajo qué condiciones y en qué casos un delito no es contrario al Derecho. En estas situaciones es cuando se aplican las causas de justificación del delito, es decir, ¿por qué se realizó el delito? Y así analizar si tuvo agravantes o atenuantes para que el juez determine la sanción al delincuente.

También se aplican las causas de exclusión cuando se es menor de edad y no se comprende el resultado del delito con la conducta que se realizó; éstas se consideran para aplicar o no la sanción correspondiente.

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